Cuando todo está perdido nos remite a la primigenia lucha del ser humano contra la naturaleza y lo hace de una forma muy inteligente, tendiéndonos el sedal de unas palabras en off que se funden con un hombre que descubre, en medio del océano, que su barco ha encallado en un contenedor a la deriva, seguramente perdido por algún gran mercante (podríamos también analizar su significado viendo que está repleto de zapatillas rumbo a occidente, porque no da puntada sin hilo).
Sea como fuere, la cuestión es que Robert Redford (de quien no llegamos a conocer ni el nombre en la ficción puesto que no consigue dialogar con nadie a lo largo del metraje) se encuentra en la más absoluta de las soledades: sus instrumentos de navegación se han deteriorado por la acción del agua y la reparación del boquete del casco se torna más complicada de lo que podría parecer.
¿A dónde se dirigía? ¿Quién es? ¿Por qué se encuentra en esa situación? Nada de eso importa: solo la lucha de un hombre por mantener la vida en un terreno desesperadamente hostil. Como no tiene con quien hablar y es un hombre que dialoga consigo mismo la mayor parte del tiempo en silencio, suceden dos cosas: que apenas tiene tres líneas de texto a los largo de los 100 minutos aprox. de metraje y que el espectador no tiene ni idea ni del rumbo que tomará la historia ni de las decisiones que se verá abocado a tomar para tratar de salir adelante.
Robert Redford nos guía en este drama de supervivencia |
Robert Redford está brillante en el papel, que además a nivel físico es muy exigente, y que le va llevando a mostrar un paulatino deterioro y desgaste que va encogiéndole el corazón al espectador en la butaca, sintiéndose tan impotente y contrariado con él mismo.
Generar esa empatía y compasión sin palabras, gracias al puro lenguaje cinematográfico, sin grandes sorpresas pero sí importantes giros de guión para el destino de un alma a la deriva en altamar, es digno de alabanza. Como aquel fabuloso plano cenital de La vida de Pi, pero sin la grandilocuencia de la realización de aquél, Cuando todo está perdido nos hace sentirnos como lo que somos: pequeñas hormiguitas en un mundo en el que, en solitario, no somos nadie... al menos ante las fuerzas de la naturaleza.
El protagonista se enfrenta al mar sin ayuda |
Nota: 9/10
¡Cuidado! El ritmo de la película es realista y pausado, por tanto no es fácil de seguir y requerirá toda tu atención: abstente si no estás acostumbrado, pero si aceptas el reto y te dejas llevar por las imágenes, te dejará poso.
Lo mejor: Cuando todo está perdido es una propuesta muy valiente y madura, ¡bien afrontado el riesgo! No solo es creíble sino inmersiva, si entras en la narración quedas atrapado hasta el final. Es la constatación de que nueve millones de dólares pueden conseguir un acabado final sin nada que envidiar a una gran superproducción.
Lo peor: Chandor nos escamotea la catarsis y funde a negro en el momento clave. Es duro, pero un gran final.
-Raquel Hernández-
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