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COMO EL PRIMER DÍA... Ciudadano Kane: la soledad del poder

¿Qué es lo que hace grande a un hombre? Ésta no es la pregunta que responde Ciudadano Kane, pero sí lo que se plantean los periodistas con quienes arranca la narración en esta película memorable. Buscando el significado de “Rosebud”, las sílabas pronunciadas en su lecho de muerte por el magnate protagonista, un reportero pretenderá desentrañar el sentido de toda una vida y ofrecerlo en un documental que están preparando para su exhibición.

Solo, viejo y enfermo, Charles Foster Kane (Orson Welles) agoniza en una oscura habitación de su palacio Xanadu, fotografiado con la luz y los ángulos normalmente reservados a las tétricas mansiones de los films de terror. Pronuncia esa enigmática palabra y de sus manos resbala una de esas bolas que cuando se agitan llenan la estampa de falsa nieve. Una enfermera entra en la habitación para constatar que ha muerto y anunciarlo al mundo. Es lícito preguntarse cómo desde la habitación contigua oye la enfermera el susurro de un moribundo, pero –como suele decirse- si no, no hay película.


A partir de este momento, empieza la carrera por reconstruir una biografía polémica a través de los testimonios de aquellos que lo conocieron íntimamente. Cada uno de los entrevistados aporta una pieza del puzle, pero también sus propias opiniones, arrojando tanta luz como nuevas incógnitas sobre su personalidad. Así, es llamado fascista por unos y comunista por otros, unos señalan su interés en defender a los desprotegidos de los desmanes del poder y otros advierten que sólo satisfacía sus deseos egoístas de notoriedad. Ninguna de estas versiones será completamente falsa ni completamente verdadera.


En realidad, como iremos descubriendo poco a poco, Kane, al ser alejado de sus padres a una tierna edad, ha contraído una insatisfacción vital que le impide relacionarse normalmente con los demás y mucho menos amarlos. Como afirma en un momento del film: “Yo podría haber sido un gran hombre de no tener tanto dinero”. La riqueza que posee y esa necesidad de probarse a sí mismo que es una persona íntegra (incluso llega a escribir de su puño y letra un manifiesto para el periódico que dirige, el Enquire) es lo que acaba destruyéndolo. El idealismo inicial se convierte en aislamiento, su carácter se agria y termina paseando por su castillo en sombras como un ogro solitario en una descarnada exhibición de los estragos del tiempo y las corruptelas del poder. Varios de los personajes (por ejemplo, Susan, su segunda esposa, interpretada por la actriz Dorothy Comingore) muestran su compasión por el hombre que, a su vez, les obligó a alejarse de él. Por cierto, es digno de notarse el parecido del Vito Corleone interpretado por Marlon Brando en la primera parte de El padrino con el aspecto del viejo Kane. ¿Casualidad o homenaje?


El largometraje es apabullante en un sentido técnico, huyendo constantemente de la narración convencional para apostar por la profundidad de campo, los planos secuencia, los travellings, los picados y los contrapicados. Apenas existe la retórica plano/contraplano y, cuando se usa, es, en todo caso, con una intencionalidad específica y no meramente para vehicular una conversación a dos bandas. Sirva como ejemplo la excelente secuencia donde, con esta técnica, Welles muestra la desintegración de su matrimonio con su primera mujer, Emily (Ruth Warrick), desde los arrumacos de los enamorados a los reproches de los decepcionados y que acaba con ella leyendo el diario de la competencia en una mesa de desayuno en la que ninguno habla. La recopilación de saber cinematográfico y su aplicación revolucionaria ha seducido a los críticos de todas las épocas y Ciudadano Kane es, tal vez, el largometraje que más a menudo lidera las clasificaciones de mejores películas de la historia. No obstante, el propio Welles reconoció su deuda con pioneros como D. W. Griffith o John Ford (a quien señaló como su director favorito) o con el expresionismo alemán, tan en boga en la época por las obras de Murnau o Lang.


La cinta está llena de imágenes que demuestran la megalomanía de Kane (¿también la de Welles?), como su inicial gigante protagonizando celebraciones o dominando la entrada de su mansión, pero también de juegos de luces y atrevidos escorzos con intenciones psicológicas. Gracias a la inaudita libertad de la que disfrutó en su debut cinematográfico (reservándose incluso la aprobación sobre el montaje final), Welles pudo contar con un elenco de actores cómplice, la mayoría de ellos debutante en el medio, como Agnes Moorehead, que interpreta a la severa madre de Kane o Everett Sloan, que da vida a Bernstein, su colaborador más fiel en el diario. Mención aparte merece un joven Joseph Cotten, quien recrea a la perfección a Jed Leland, ese amigo “Pepito Grillo” que da el contrapunto al despotismo de Kane (si bien intuimos que tampoco es tan honesto como se nos quiere presentar). Cotten desarrollaría una interesante carrera posterior, con títulos como La sombra de una duda, Duelo al sol o El tercer hombre, si bien sigue siendo Ciudadano Kane su participación más recordada.

Con apenas 26 años, Welles retrató majestuosamente la complejidad del carácter humano y las renuncias obligadas por el paso del tiempo. Ciudadano Kane es una obra donde siempre puede descubrirse un matiz inédito, un ángulo asombroso, un drama desapercibido y, de pronto, esencial que nos enseña aspectos nuevos de nosotros mismos.


Biopic:
Es del dominio público que el guión escrito por Welles y Herman J. Mankiewicz está más que inspirado en la vida y milagros del magnate de la prensa William Randolph Hearst, propietario de cabeceras como The San Francisco Examiner o Harper’s Bazaar. Al descubrirlo, Hearst montó en cólera y trató de boicotear su estreno con una campaña contra la productora RKO que obligó a intervenir a los abogados de ambas partes. El único Oscar conseguido por la película fue precisamente en esta categoría (guión original).

La Maldición Kane:
Aunque Welles siempre se mostró orgulloso de su ópera prima, a lo largo de su carrera lamentaría que el fracaso comercial que cosecharía en su estreno le persiguiera toda su vida. Nunca volvería a encontrar la libertad creativa de la que dispuso en Ciudadano Kane ni recuperaría jamás la confianza de los estudios, pese a filmar obras clave de la cinematografía mundial como Sed de mal, La dama de Shangai o sus adaptaciones de Shakespeare.


McGuffin: 
La búsqueda de “Rosebud” articula la historia y facilita su original estructura en flash-backs. A su vez es uno de los McGuffin (o pretexto argumental) más populares de la historia del cine. El término McGuffin se atribuye al director Alfred Hitchcock, quien lo acuñó para designar aquellos elementos narrativos que son necesarios para agilizar el desarrollo de la trama, pero que tienen poca incidencia real en ella. En Ciudadano Kane el propio Welles revela el truco al hacer decir al reportero que “Rosebud”, al final, no es más que otra pieza del puzle que fue la vida de Kane. Sin embargo, Welles nos engaña en parte porque la enigmática palabra ya ha quedado en la conciencia colectiva como metáfora de la infancia perdida.

-Mixmerik-

1 comentario:

  1. También se puede remoendar RKO 281, del 99 en la que se indaga un poco sobre el enfrentamiento de Welles con Hearst y se da una idea de las corruptelas de este último y su intento de sabotaje del proyecto. Mención aparte merece el significado de Rosebud que apunta la película.

    Y el reparto es excepcional.

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